viernes, 28 de marzo de 2014

Desde antigüedad es conocida la pasión de los humanos por el vino y las bebidas alcohólicas, tanto que se convirtió en uno de los ingredientes imprescindibles de las fiestas y ofrendas a los dioses paganos de la antigüedad. El alcohol no pasó desapercibido para nuestros antepasados debido a sus “milagrosas” propiedades euforizantes y desinhibidoras, produciendo entre sus consumidores frecuentes estados de embriaguez y suponemos, además, una desagradable sensación a la mañana siguiente, a la que hoy llamamos resaca.





¿Qué ocurre cuando bebemos alcohol?

Copa de wiskyEl alcohol actúa como depresor general del sistema nervioso central, de forma parecida a ciertos anestésicos. El estado aparente de bienestar y relajación después de haber consumido bebidas alcohólicas proviene de la desinhibición que resulta de la depresión de los mecanismos inhibitorios.
Los centros superiores que se deprimen primero son el habla, el pensamiento, la cognición y el juicio. A medida que la concentración alcohólica aumenta en la sangre, se deprimen los centros inferiores, incluyendo la respiración y los reflejos, pudiendo llegar, en dosis muy altas, al coma.
A largo plazo el consumo frecuente de cantidades desmesuradas de alcohol produce degeneración neurológica y alteraciones hepáticas, así como tolerancia y dependencia física y psicológica. Su consumo indiscriminado durante el embarazo provoca alteración en el desarrollo fetal, asociada con talla pequeña, desarrollo facial anormal y otras anomalías físicas y retraso mental.
La resaca también se conoce bajo el nombre de: guayabo, ratón, cruda (paises sudamericanos), goma (Panamá), hangover (Inglaterra), Futsu-ka-yoi (Japón, significa borrachera del segundo día). El término médico es veisalgia; etimológicamente proviene de kveis, término noruego que significa intranquilidad después de una bacanal, y algia, del griego, que significa dolor.

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